Diego Armando Maradona nació el 30 de octubre de 1960 en Villa Fiorito, un barrio pobre ubicado en los suburbios de la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Comenzó a jugar al fútbol a los nueve años en un equipo infantil, Los Cebollitas, con el cual sostuvo una serie invicta de 136 partidos. A los quince años firmó su primer contrato con el club Argentinos Juniors y debutó en la primera división en el año 1976, diez días antes de cumplir los 16 años. A pesar de su corta edad estuvo a punto de participar en el Mundial del 78, jugado en la Argentina, pero el director técnico César Luis Menotti decidió no convocarlo. Sin embargo, Maradona se destacó en el Mundial Juvenil de Japón del 79, en el cual fue el capitán del equipo campeón y ganó el premio al mejor jugador del torneo. Después de 166 partidos y de 111 goles para Argentinos Juniors, en 1980 lo compró el club Boca Juniors, que posee el equipo más popular de Buenos Aires. Vistió por primera vez la camiseta azul y amarilla de Boca en el año 1981, contra el club Talleres. En ese partido convirtió dos goles y su identificación con la hinchada fue inmediata. “¡Lo quería Barcelona / lo quería River Plate / Maradona es de Boca / porque gallina no es!”, cantaban orgullosos los boquenses que, de esta manera, provocaban a los rivales del club River Plate. Sin embargo, los dólares fueron más persuasivos y, en el verano de 1982, el titular de la camiseta n.º 10 partió hacia Barcelona, España, sólo un año después de su debut. “El pibe de oro” volvería a jugar para Boca recién en 1995, año en que realizó su última temporada.
Después de un fracaso en el Mundial de Fútbol jugado en España en 1982 (su primera aparición mundial finalizó melancólicamente con una expulsión en la derrota ante Brasil), Maradona debutó en septiembre en el equipo catalán. Tres meses, trece partidos y algunos hermosísimos goles más tarde, una hepatitis lo dejó en reposo absoluto durante tres meses. Recién volvió a jugar en febrero de 1983, encontrándose con un nuevo técnico en el Barcelona: el mismo Menotti que lo había dejado fuera del Mundial 78 ahora era su aliado en el equipo europeo. Una victoria en la Copa del Rey parecía indicar que las cosas mejorarían para Maradona, pero en septiembre de ese mismo año una grave fractura de tobillo lo alejó nuevamente de los estadios. Poco más de cien días después, el crack argentino volvió a jugar, pero en el final de la temporada, en mayo de 1984, se fue de España con destino a Italia, sin haber podido demostrar aún todo su talento.
Cuando llegó a Nápoles descubrió que su nuevo equipo se había salvado del descenso en el campeonato anterior por apenas un punto. Después de jugar para uno de los equipos más ricos del mundo, su inicio en el Nápoli recordaba más a los tiempos de Argentinos Juniors. Además sintió en la piel la discriminación por jugar en el sur del país: en su primer partido en Verona, al norte de Italia, las banderas de la hinchada decían “Lavatevi! ” (“¡Lávense!”). En la temporada 1984-85, el Nápoli comenzó mal, pero no corrió peligro de ir al descenso. Ya en 1985-86 terminó en tercer lugar, comenzando a experimentar el mayor cambio de suerte en la geopolítica del cálcio.
Consagración en el Campeonato Mundial de Fútbol
En el año 1986, Maradona era el capitán y el principal jugador de la selección argentina. El Mundial, que primero se iba a realizar en Colombia, pero se terminó jugando en México, tenía por favoritos a los países de América Latina (las selecciones europeas nunca antes habían ganado un mundial que no hubiese tenido lugar en su propio continente). En los cuartos de final, la Argentina se enfrentó a Inglaterra cuatro años después de la Guerra de las Malvinas y la rivalidad trascendía lo deportivo. En ese partido, Maradona convirtió dos de los goles más famosos de la historia de los mundiales de fútbol. El primero lo hizo con la mano, saltando más alto que el arquero inglés, Peter Shilton. Más tarde, cuando le preguntaron cómo había hecho el gol, el atacante argentino declararía: “Fue con la cabeza de Maradona y con la mano de Dios”. Cuatro minutos después, “El Diez” hizo el gol que muchos consideran el más lindo de todos los tiempos en un Mundial de Fútbol. Saliendo de su campo dribló velozmente a seis jugadores ingleses, incluyendo al arquero, antes de convertir el gol. Después de ese partido, los argentinos festejaron una victoria sobre Bélgica en la semifinal y un 3 a 1 contra Alemania en la final. Indiscutiblemente, Maradona era el mejor futbolista del mundo.
De regreso en el Nápoli, regaló a la hinchada lo que ésta esperaba desde hacía sesenta años: su primer scudetto (título del campeonato italiano), en la temporada 1986-87. Después de esa victoria, el Nápoli jugó dos torneos más terminando entre los primeros, logró el título de la Copa UEFA en 1990 y otro scudetto en 1989-90 (con un equipo que contó también con el brasileño Careca). El San Paolo (estadio de Nápoles) era el centro mundial del fútbol. Las tribunas cantaban: “O mamma mamma mamma, sai perché mi batte il corazon? Ho visto Maradona, ho visto Maradona, eh, mammà, innamorato son”.
El Mundial de Fútbol de 1990 se realizó en Italia y Maradona, de cierta manera, jugaba en casa. La Argentina pasó con dificultades la primera fase y venció a Brasil (con un gol de Caniggia que recibió un pase de Maradona) en los octavos de final. Después de ganarle a Yugoslavia por penales, jugó la semifinal contra la selección italiana. El partido de la Argentina contra Italia, jugado en el estadio San Paolo, sintetizó una serie de conflictos, no sólo de Maradona. El racismo de la nación en la que el argentino se había convertido en un ídolo sin igual, como también las diferencias que había entre Nápoles (y el sur del país) con el resto de Italia, quedaron en evidencia. Maradona, que jugó buena parte del Campeonato con el tobillo y el pie resentidos, apeló inmediatamente a los simpatizantes del Nápoli para que hincharan por él en contra de la misma Italia:
[…] lamento que ahora les pidan a los napolitanos que sean italianos y que apoyen a la selección. Nápoles siempre fue marginada por el resto de Italia […]. El Norte los desprecia, no los considera parte de Italia. ¿Van a apoyar a quienes los consideran extranjeros en su propio país o me van a apoyar a mí, que soy uno de ustedes?
A pesar de la apelación del crack, las banderas rezaban: “Maradona: Nápoles te ama, pero Italia es nuestra patria”. Y así, mientras gran parte de los más de 70.000 hinchas chiflaban las estrofas del himno argentino, las cámaras de TV mostraban al Pibe insultando a la hinchada.
Nuevamente en los penales, después de un empate de 1 a 1, la Argentina venció el partido. Jugando a base de infiltraciones, Maradona logró conducir a su equipo hasta la final, pero perdió el último partido por 1 a 0 contra Alemania y terminó el Mundial en segundo lugar, llorando copiosamente al recibir la medalla.
De regreso en Nápoles, después de aquel Italia-Argentina, las cosas ya no podían ser como antes. No terminó su séptima temporada con el equipo azul y blanco: en marzo de 1991, durante un partido contra el Sampdoria, le descubrieron rastros de cocaína en la sangre en el examen antidopaje y lo suspendieron por quince meses. Al poco tiempo, en Buenos Aires, lo detuvieron por tenencia de drogas. Cuando terminó el período de suspensión negoció su salida del Nápoles, club en el cual, a pesar de todo, siempre será objeto de adoración y culto.
Así, fue transferido al Sevilla, de España, donde jugó menos de un año, pasando por 29 partidos, ocho goles, algunos grandes momentos y una pelea con el técnico Carlos Bilardo. En septiembre de 1993 volvió a la Argentina para incorporarse al plantel de Newell’s Old Boys, de la ciudad de Rosario, donde sólo jugó cinco partidos. Volvió a la selección argentina con la cual clasificó para participar en el Mundial de los Estados Unidos.
El Campeonato de los Estados Unidos en 1994 era su cuarto mundial y, a los 33 años, se sometió a un intenso programa de recuperación física. En el primer partido, el equipo argentino le ganó a Grecia por 2 a 0 con un gran gol de El Diego. Sin embargo, en el segundo partido, que se jugaba contra Nigeria, Maradona fue sorteado para el examen antidopaje, el cual constató que en la sangre del jugador había rastros de una sustancia prohibida: efedrina. La FIFA lo suspendió del mundial. Diego declararía: “Me cortaron las piernas”.
En octubre de 1995 volvió a Boca, donde jugó hasta 1997. En ese período abandonó antiguas posiciones para apoyar la candidatura del presidente Carlos Menem. Cinco días antes de su cumpleaños número 37, se despidió definitivamente de los estadios de fútbol. Durante el año 2000 sufrió un ataque al corazón y se internó en una clínica de recuperación en Cuba, con el apoyo de su amigo Fidel Castro, país en el que decidió escribir el libro autobiográfico titulado Yo soy el Diego. En ese mismo año salió elegido como el mejor jugador de fútbol del siglo en una votación promovida por la FIFA. En noviembre de 2001, Maradona jugó un partido que se hizo en su homenaje al lado de cracks del momento, en una Bombonera (nombre del estadio de Boca Juniors) repleta de sus incondicionales admiradores.
En abril del 2004, el gran jugador argentino fue internado en la UTI de la clínica Suizo-Argentina, en Buenos Aires. Él tenía en ese entonces 43 años, estaba pesando más de 100 kilos y enfrentaba un cuadro grave de hipertensión y de problemas cardíacos debido al, principalmente, consumo de cocaína. Después de casi un mes internado, él abandonó el hospital contra la voluntad de la familia y de los médicos. En marzo de 2005, hizo una cirugía de reducción de estómago en Cartagena, Colombia. En agosto, estrenó en el Canal 13, de la TV argentina, el programa La Noche del Diez, teniendo a Pelé como primer invitado.
Maradona fue técnico de la selección argentina desde 2008 hasta 2010. Entre 2011 y 2012, entrenó al Al Wasl, equipo de los Emiratos Árabes Unidos. Aún lejos de los estadios, permanece como la mayor estrella del fútbol argentino – pero ganó la sombra de Leonel Messi. Lo que no cambió fue su estilo polémico, contradictorio y crítico. Como dijo el escritor Osvaldo Soriano:
En los tiempos del minimalismo y de hombres mediocres, parece un mito, el personaje de un cuento de hadas; tiene el perfil de quien cree en el heroísmo, en la valentía y en el amor por una causa.