Grupo teatral cubano fundado en noviembre de 1968 por los actores y directores Sergio Corrieri y Gilda Hernández, al frente de doce dramaturgos de la capital y de reconocida trayectoria, insatisfechos con una práctica artística desfasada con respecto al intenso proceso de transformaciones que impulsaba la revolución. Se radicaron en la Sierra del Escambray, en el centro de la isla, por su riqueza histórica –fue escenario de la lucha revolucionaria, primero, y enclave de los grupos contrarrevolucionarios apoyados por la CIA, después–, por su inserción en los planes de desarrollo económico acelerado y por no contar con antecedentes teatrales. Decidieron investigar zonas concretas de la realidad, trabajar para un público nuevo y encontrar perspectivas innovadoras para la práctica escénica.
Colectivamente, pusieron en práctica un sistema de investigación que les permitiera adentrarse en el conocimiento de los problemas de los campesinos, corrieron los riesgos de la convivencia y supieron extraerle la utilidad vivencial para la creación. Se apropiaron de códigos verbales, gestuales, cinéticos y de otras referencias culturales de la comunidad; actores sucedieron a autores y directores, experimentaron y propusieron fórmulas con total libertad y sentido de responsabilidad, superaron prejuicios y descubrieron junto a sus espectadores posibilidades insospechadas de diálogo y una nueva ética. Vinculados al movimiento del nuevo teatro latinoamericano, defensores del teatro de grupo y seguidores de la idea brechtiana del “actor de la era científica”, crearon una nueva dramaturgia, nacida de experiencias de análisis colectivo, que incluían al público, primero durante las entrevistas y a continuación en el proceso de confrontación y debate del espectáculo.
Los cambios socioculturales que provocaron el colapso de la cultura campesina de la región acercaron la realidad de Escambray a la del resto de la isla. El grupo amplió el repertorio y sus códigos expresivos. Puestas de los años 80, como Molino de viento, de Rafael González, Accidente, de Roberto Orihuela, Tu parte de culpa, de Senel Paz, y Calle Cuba 80 Bajo la lluvia, de González, hablaron desde esa nueva perspectiva.
El impacto de la caída del socialismo real en la sociedad cubana generó en el trabajo del Teatro Escambray la exploración de nuevos rasgos del ser nacional. La paloma negra y El metodólogo, de González, abordan la crisis de valores que se percibía en distintos sectores de la sociedad; Los equívocos morales, de Reinaldo Montero, reflexiona acerca del precio del sacrificio; Como caña al viento, de Eliseo Diego con dirección de Carlos Pérez Peña, estructura un recital de poemas y canciones que vuelve a incursionar en papeles interpretados por éste, erigiéndose en un acto de fe en el teatro. Voz en Martí, singular lectura pública que retoma la vieja tradición cubana, basada en textos de la biografía Martí, el apóstol, de Jorge Mañach, recupera la memoria histórica y política y es un gesto de persistencia de este colectivo, que probó incontables caminos de aproximación y diálogo con el público. Sucesivos éxodos y reemplazos de actores obligaron a combinar creación y formación, como en la puesta de El camino de los pasos peligrosos, del canadiense Michel Marc Bouchard, sobre las máscaras sociales que laceran la individualidad.
El Grupo Teatro Escambray sigue defendiendo un teatro que le permita al espectador mantener una actitud activa, no complaciente ni populista, comprometido con su realidad. El grupo se presentó en Venezuela, Panamá, Colombia, los Estados Unidos, Canadá, Suecia, Inglaterra, España y Alemania.