La vanguardia de jóvenes arquitectos dominicanos de la generación de los 50 tenía escasas posibilidades de trabajo durante la dictadura de Leónidas Trujillo. Por ello Calventi, quien en ese momento estudiaba en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, viajó a Italia. Allí desarrolló sus estudios de doctorado en la Facultad de Arquitectura de Roma, fue discípulo del prestigioso ingeniero Pier Luigi Nervi y se graduó en 1959.
Colaboró en prestigiosas oficinas en Francia y los Estados Unidos. Al regresar a Santo Domingo a comienzos de los años 60, encontró una situación política convulsa, luego del asesinato de Trujillo (1961). Proyectó un grupo de residencias –la primera fue la del embajador de Francia en la República Dominicana–, ocupó varios cargos en el gobierno –jefe de Diseño en la Dirección de Edificaciones del Ministerio de Obras Públicas (1966)–, y en 1968, como director de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Autónoma (UASD), introdujo cambios radicales en el obsoleto plan de estudios y diseñó varios edificios docentes en la Ciudad Universitaria.
Con la presidencia de Joaquín Balaguer se inició la normalización política del país y el gobierno promovió un sin número de obras públicas, integrando coyunturalmente nuevos talentos al equipo de arquitectos oficialistas del régimen. Calventi obtuvo el primer premio en el concurso de proyectos para la sede del Banco Central (1972), obra paradigmática de la arquitectura dominicana de la segunda mitad del siglo XX. Adoptó las tecnologías más avanzadas, tanto estructurales como en el diseño de las infraestructuras, y asumió a la vez elementos de la tradición dominicana: el color crema de los paneles de hormigón de las fachadas rememora la tonalidad de la piedra caliza utilizada durante la colonia, y como componente formal de origen climático, los brise-soleil que atenúan el calor y la luminosidad tropical en el interior del edificio. Su perfección constructiva lo mantuvo incólume al paso del tiempo y de los huracanes.
En 1976 diseñó el Palacio de los Deportes en Santiago de los Caballeros para 10.000 espectadores, con una ingeniosa estructura colgante, mantenida en pie con sólo dos arcos entrecruzados de sustentación. Esta obra, a pesar de que rompe con el concepto estructural de compresión de las bóvedas de piedras romanas, constituye un homenaje al maestro italiano Pier Luigi Nervi. En la década de 1980 diseñó viviendas individuales y multifamiliares, hospitales, edificios administrativos y múltiples tipologías arquitectónicas.
Tuvo una intensa participación en el debate teórico sobre la arquitectura dominicana, fue maestro de las nuevas generaciones de profesionales y su visión polémica quedó resumida en el libro Arquitectura Contemporánea en la República Dominicana. Crítico implacable de la inversión pública no prioritaria y de la arquitectura especulativa, su voz se hizo sentir en los debates desatados sobre el desafortunado monumento a Cristóbal Colón, construido en ocasión del Quinto Centenario (1992), oponiéndose a la faraónica inversión de esta obra.
A partir de los años 90 alternó su trabajo profesional con sus responsabilidades diplomáticas. Si en la primera mitad del siglo XX, Guillermo González fue el impulsor del Movimiento Moderno en la República Dominicana; en la segunda, domina la figura de Rafael Calventi, como ejemplo de la indispensable articulación entre diseño, arte y ética; válida no sólo en el contexto dominicano, sino también en el universo caribeño.