Ciudad inaugurada el 21 de abril de 1960 por Juscelino Kubitschek de Oliveira, entonces presidente de Brasil, y destinada a ser la nueva capital de la República. Es uno de los mayores hitos del urbanismo y de la arquitectura brasileña. La idea de la construcción de Brasilia se remonta al siglo XIX. En 1822, la corte portuguesa sugirió la creación de una nueva ciudad –Brasilia– en el interior del territorio de la colonia, como alternativa a la hegemonía del sistema urbano establecido en la costa atlántica. En 1892, la Constitución de la nueva República asumió la propuesta, coincidiendo con la mística indicación del sacerdote italiano Dom Bosco, quien, en 1883, previó el surgimiento de una nueva civilización en una llanura localizada entre los paralelos 15 y 20. En 1922, el presidente Epitácio Pessoa colocó la piedra fundacional en la planicie, situada en la sabana de la región Centro-Oeste del país, pero sólo el presidente Kubitschek tuvo el coraje de materializar, en el corto período de su mandato, la ejecución de la ciudad.
La Compañía Urbanizadora Nueva Capital (Novacap) organizó el concurso nacional en 1956, al cual se presentaron 26 urbanistas:Lúcio Costa obtuvo el primer premio. Oscar Niemeyer se encargó del dibujo de los principales edificios estatales y ambos colaboraron en el trazado de la ciudad, en el sistema simbólico gubernamental y en el conjunto de funciones que la definieron. Basada en una estructura planimétrica simple, asentada frente a un lago artificial –en un eje monumental que contiene el “sistema” de las funciones del Estado y otro perpendicular con los edificios de viviendas y servicios–, la ciudad privilegia la presencia de los espacios verdes y el sistema vial basado en la primacía del automóvil, aplicando los principios teóricos de los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna (CIAM), expuestos en la Carta de Atenas. En el diseño se enfatizó la identificación icónica de la democracia brasileña por medio de las formas abstractas del conjunto de edificios de los ministerios a lo largo del eje, que culmina en el clímax escultórico del Congreso y en la Plaza de los Tres Poderes, rodeada por el Palacio de Justicia y el Planalto (la sede del Poder Ejecutivo).
La elocuencia estética de las formas creadas por Niemeyer, difundidas y reconocidas internacionalmente, encuentra su momento culminante en las plásticas columnas del Palacio de la Alborada, residencia presidencial ubicada a orillas del lago. En otro eje se sitúan las “supercuadras”, que contienen los edificios residenciales de tres a seis pisos y los servicios comunitarios. En el cruce de los ejes se encuentra emplazada la estación terminal de ómnibus y, en las proximidades, los centros comercial, administrativo y hotelero. La magnitud del emprendimiento y la homogeneidad de sus atributos estéticos le valieron a Brasilia el título de Patrimonio Cultural de la Humanidad, declarado por la Unesco en 1987. Fue la primera ciudad moderna que recibió tal reconocimiento.
Sin embargo, la propuesta formal no se correspondió con el contenido social. La previsión de conservar su población en medio millón de habitantes no se mantuvo, y actualmente llega a más de 2 millones. En lugar de incluir ese crecimiento en el Plan Piloto, los nuevos habitantes –en su mayor parte de bajos recursos económicos– se fueron asentando en las ciudades-satélites, en su mayoría con un trazado improvisado y con serios problemas de infraestructura, entre las cuales se destacan el Núcleo Bandeirante, Taguatinga, Sobradinho, Gama, Guará y Ceilândia. Aunque represente la imagen inédita del progreso brasileño, Brasilia reprodujo problemas sociales similares a los existentes en las ciudades tradicionales del país.
- Vista de la Explanada de los Ministerios en Brasilia (Fabiana Domingues de Lima/Creative Commons)
- Vista nocturna del Palacio de Itamaraty, sede del Ministerio de Relaciones Exteriores, con la escultura Meteoro, de Bruno Giorgi (Xenïa Antunes/Creative Commons)
- El Congreso Nacional en Brasilia (Christoph Diewald/Creative Commons)