Uno de los más ambiciosos y fracasados proyectos de infraestructura de la dictadura militar en Brasil (1964-1985), la construcción de la ruta Transamazónica, que atraviesa la mayor selva tropical del planeta de este a oeste, se inició en 1970 y debería haber sido terminada dos años después, pero continúa siendo una obra inconclusa.
Se estima que el gobierno del general Ernesto Garrastazu Médici (1969-1974) gastó US$ 12.000 millones en la fase inicial del proyecto. Al explorar el llamado “desierto verde” brasileño, el gobierno pretendía implantar allí una nueva frontera agrícola, creando empleos para los cerca de un millón de flagelados nordestinos afectados por la sequía de 1970 –incluso en el año de creación del Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria (INCRA)–.
Se implantaron las agro-ciudades, que más tarde darían origen a muchas ciudades nuevas. Pero críticos del proyecto ya alertaban que la Transamazónica no sería viable económicamente y sólo uniría la “miseria de la selva” con la “miseria de la caatinga [vegetación agreste del Nordeste de Brasil]”, disfrazando la necesidad de realizar una reforma agraria profunda en el Sur y el Sudeste, las regiones más ricas.
Actualmente hay pocos trechos asfaltados entre los originales 2.075 km que unen los Estados de Piauí y de Amazonas y, en épocas de lluvia, entre noviembre y abril, grandes extensiones se vuelen intransitables. Todos los años, se invierte con presupuesto público para realizar mejoras, pero la falta de planeamiento y la misma dificultad del terreno hacen que muchos trechos de la ruta sean más propicios para el turismo de aventura que para el transporte de cargas y pasajeros.