Dieste, Eladio

Artigas, 1917 - Montevideo (Uruguay), 2000

La dimensión reducida, la homogeneidad social y el carácter esencialmente urbano de Uruguay definieron a lo largo del siglo XX una arquitectura sobria, coherente, con escasas estridencias. Los profesionales que definieron los caminos del Movimiento Moderno –Juan A. Scasso, Mauricio Cravotto, Julio Vilamajó, Román Fresnedo Siri, Mario Payssé Reyes y otros– asimilaron las corrientes estilísticas del exterior, adaptándolas a las condiciones locales e integrándolas al contexto urbano circundante. Al mismo tiempo, la especulación edilicia, desencadenada en la segunda mitad del siglo XX, alcanzó un nivel arquitectónico aceptable que mantuvo el carácter “humano” y habitable de Montevideo.

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Iglesia del Cristo Obrero y Nuestra Señora de Lourdes, en Atlántida, Uruguay (Nicolás Barriola/Wikimedia Commons)

En el logrado equilibrio entre ciudad y arquitectura y entre estética, técnica y función, no sorprende que la figura más conocida, valorada y difundida internacionalmente por la creatividad y la sensibilidad de su obra “arquitectónica” sea un ingeniero. Graduado en la Facultad de Ingeniería de Montevideo en 1943, Dieste se interesó por el desarrollo de estructuras livianas realizadas con materiales locales, mano de obra artesanal y adaptadas a los precarios recursos disponibles. En vez de privilegiar el concreto armado, estudió el comportamiento del ladrillo como componente estructural combinado con acero, creando el sistema de “cerámica armada”. De inmediato, sorprendió la levedad de las coberturas de depósitos, silos, almacenes y terminales de autobuses, así como los efectos obtenidos con la iluminación natural de los locales. Su primera obra arquitectónica (1957-1958) fue la iglesia parroquial de Cristo Obrero y Nuestra Señora de Lourdes, en Atlántida, cuyas paredes sinuosas y cubiertas de ladrillos configuran una espacialidad y luminosidad inéditas, que recuerdan las experiencias del catalán Antonio Gaudí.

El clímax de la levedad –haciendo parecer que las paredes y el techo plegado están levitando– fue alcanzado con la iglesia de San Pedro, en Durazno (1967-1971), y su roseta de ladrillos retoma la transparencia de los vitrales medievales. A partir del depósito de la fábrica TEM (1962), en el puerto de Montevideo, sus estructuras se hicieron cada vez más osadas hasta alcanzar los 14 metros de voladizo en la terminal de autobuses en Salto (1974) o la luz de 47 metros sin apoyos en el mercado de Porto Alegre (1972), Brasil, en colaboración con Maximiliano Fayet y Claudio Araújo. Por fin, con el sistema de cerámica armada construyó una torre liviana de 66 metros de altura para la televisión local en la ciudad de Maldonado (1986). Todos estos proyectos no habrían sido llevados a cabo sin la estrecha colaboración entre el ingeniero y la inventiva de los trabajadores que lo acompañaron en la construcción de sus obras. La admiración por la originalidad de sus propuestas quedó demostrada en los premios, en las exposiciones y publicaciones internacionales. En 1990 recibió el reconocimiento por su obra en la Bienal de Quito y el Premio Gabriela Mistral de la OEA. En 1991 el V SAL le otorgó el Premio América, en Santiago de Chile.

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Vista frontal de la Iglesia del Cristo Obrero y Nuestra Señora de Lourdes (Nicolás Barriola/Wikimedia Commons)
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por admin publicado 13/01/2017 14:28, Conteúdo atualizado em 05/07/2017 20:57