Bolivarianismo es el ideario que caracteriza al gobierno de Hugo Chávez. Se trata de un cóctel ideológico de contornos imprecisos, que representa una lectura muy particular de lo que ya fue llamado por el historiador venezolano Germán Carreras Damas “culto a Bolívar”.
Simón Bolívar (1783-1830) es la personalidad histórica central en Venezuela y el mayor estratega de la lucha contra el dominio español en el continente latinoamericano. Posiblemente, la síntesis del pensamiento de Bolívar se encuentra en su “Carta de Jamaica”, escrita el 6 de septiembre de 1815, en Kingston, durante un período de exilio. Es un documento que resulta razonablemente corto, para la complejidad de cuestiones que expone, y directo y contundente en los objetivos que se propone. Después de describir varios países de América del Sur y Central, Bolívar define su proyecto:
Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Nuevo Mundo una única nación, con un sólo vínculo uniendo sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, mismas costumbres y una religión, deberían, por consiguiente, tener un solo gobierno que confederase los diferentes Estados que habrán de formarse. Pero no es posible, porque climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos, características diferentes, dividen América.
Su conclusión es enfática:
¿No es la unión todo lo que se necesita para colocarlos (a los países) en condiciones de expulsar a los españoles, sus tropas y los partidarios de la corrupta España, para hacerlos capaces de establecer un imperio poderoso, con un gobierno libre y leyes benéficas?
Entre 1811 y 1824 –año en que termina el dominio español en el continente americano–, Bolívar luchó casi ininterrumpidamente por la independencia de varios países. Llegó a ser presidente de la Gran Colombia y de Perú. En los últimos años de su vida, ya tuberculoso, vio a su proyecto unificador demolido por el enfrentamiento de intereses de caudillos regionales. Amargado, concluyó: “América es ingobernable. Los que sirvieron a la revolución araron en el mar. La única cosa que se puede hacer en América es emigrar”.
Bolívar asistió en vida al declive de su poder y terminó sus días en soledad, un héroe sin pueblo ni aliados. Esa misma característica lo hizo resurgir como mito, convertido en padre de la patria, capaz de realizar eternamente la misma misión que en vida lo condujo al fracaso.
Surgió entonces el culto. De acuerdo con Carreras Damas, la exaltación de la figura de Bolívar no es solamente una creación literaria, fruto del patriotismo exacerbado. Es más que eso. Constituyó una necesidad histórica, un recurso ideológico según el cual fue posible compensar el desaliento causado por la frustración de una emancipación nacional que no se completó, cuya justificación era la regeneración de la sociedad corrompida por el colonialismo. De ahí su fuerza, con veneración casi religiosa.
Además de un fenómeno popular, se trató también de una exaltación con los más diversos propósitos políticos. En el gobierno de Eleazar López Contreras (1936-1941), de acuerdo con el historiador Maza Zavala,
el culto a Bolívar fue elevado a la significación de un fundamento político. En Venezuela, desde temprano, el pensamiento bolivariano ha sido adaptado en diferentes épocas, por diferentes personajes, para diferentes fines.
En términos generales, todas las clases sociales venezolanas se apropiaron de la figura de Bolívar, como un factor de unidad nacional o como símbolo de conservación de determinado orden. Así, existe un bolivarianismo conservador, que se traduce, entre otros íconos, en la profusión de estatuas ecuestres presentes en las plazas de prácticamente todos los municipios venezolanos. Al mismo tiempo, la alusión a un supuesto pasado glorioso siempre sirvió de consuelo a un presente frustrante. Se buscó vaciar la figura de Bolívar de su contenido transformador y anticolonial, para la veneración estéril. Al venezolano le correspondía la tarea de hacerse digno de su héroe.
El resultado de ese proceso es que nadie en Venezuela pone en duda la legitimidad o la utilidad del culto, desde el más ortodoxo conservadorismo oligárquico hasta tendencias más progresistas del pensamiento –como el marxismo–, pasando por las doctrinas de las Fuerzas Armadas. El ideario bolivariano siempre fue lo bastante elástico y flexible como para permitir lecturas de izquierda y de derecha.
Hugo Chávez articuló el pensamiento de Simón Bolívar por su lado más decididamente antiimperialista –derivado del nacionalismo militar– y latinoamericanista. Las citas de pasajes de su vida y obra son marca registrada de los discursos del ex teniente coronel. Un discurso suyo, en especial, el pronunciado el 10 de octubre de 2001, en el anfiteatro de la Universidad la Sorbona, en París, demuestra cómo Chávez aplicaba el legado del libertador a la lucha política actual:
Bolívar convocaba la unión de América del Sur en un bloque de fuerzas. Y decía ser necesario para oponernos al peso de América del Norte y de Europa, centros de poder en el mundo. Eso fracasó, pues América Latina, antes española, se vino abajo. Y aquí, doscientos años después, estamos aún buscándonos.
Más adelante, alude al proceso de transformación que pretendió:
¿Cuál es nuestra ideología? Es bolivariana. Pero, ¿qué es esto? ¿Es revolucionaria? Fidel Castro, durante una visita mía, se refirió a este punto en una conferencia en la Universidad de La Habana: “ustedes hablan de la lucha por la justicia, por la igualdad y por la libertad y la llaman bolivarianismo. Aquí la llamamos socialismo.
Y explica el sentido de sus palabras:
En realidad, no se trata de cómo se llama (el proceso), aunque el nombre lo defina. La ideología bolivariana está sustentada por principios revolucionarios, sociales, humanistas e igualitarios. Bolívar, verdaderamente, quería hacer una revolución, pero, su clase social, la oligarquía a la cual pertenecía de raíz, no se lo permitió. El pueblo, que era un pueblo guerrero, no veía muy claro cuál era el camino. Era el siglo XIX y eran otras las circunstancias. […] La ideología bolivariana es antineoliberal.
La llamada ideología bolivariana es vaga y se traduce en una postura que gana nitidez, primordialmente, cuando la situación política se radicaliza. O sea, se define por contraste a la oposición.
La principal contribución en el terreno de los valores, hecha por el presidente venezolano ha sido mostrar al pueblo que su trayectoria y sus luchas tienen historia. Ella está sólidamente basada en las guerras de la Independencia, en las luchas contra el dominio español y en la lucha antioligárquica emprendida en la Guerra Federal (1859-1863). Chávez intentó mostrar a la población que ella debe ser la protagonista de su historia, de allí que expresase constantemente que quería construir una democracia participativa y protagonista. A todo eso lo llamaba “bolivarianismo”, un concepto en permanente mutación.