Rodríguez Maradiaga, Oscar Andrés

Rodríguez Maradiaga, Oscar Andrés

Tegucigalpa (Honduras), 1942

Mucho antes de la muerte de Juan Pablo II, la sucesión papal ya era objeto de preocupación en la alta jerarquía católica. Circularon por el mundo las opiniones de expertos en estos temas, quienes siempre coincidieron en incluir al cardenal hondureño Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga en la lista de los favoritos para la sucesión. Muchos eran los argumentos en favor del cardenal Rodríguez, pero se destacan los siguientes: la Iglesia estaba abriéndose más a los países pobres, en los cuales, especialmente en América Latina, el cardenal Rodríguez ejercía liderazgo; en su ejercicio cardenalicio Rodríguez dio sentido pleno a la opción preferencial por los pobres, aunque tal vez sin el radicalismo de los partidarios más fervorosos de la Teología de la Liberación; en América Latina se agrupa la mayor parte de los católicos del planeta; el cardenal Rodríguez era uno de los más jóvenes de un grupo de purpurados con voluntad de renovación. Al morir el Papa, la prensa internacional destacó aún más su figura como posible sucesor. La elección del cardenal alemán Joseph Ratzinger –el papa Benedicto XVI– representó la victoria de un proyecto diferente, más conservador, pero no debilitó el prestigio del cardenal hondureño.

Rodríguez es un salesiano, nacido en Tegucigalpa el 29 de diciembre de 1942, en una familia de clase media. Heredó las habilidades musicales familiares: toca el saxofón, la guitarra, el acordeón, el piano y otros instrumentos. La aviación, la lectura y los idiomas han sido otras áreas de su interés: habla inglés, francés, italiano, alemán, portugués, latín y griego. Además es profesor de Enseñanza Media en las áreas de física, matemáticas, ciencias naturales y química. Licenciado en filosofía, doctor en teología por la Universidad Lateranense, en Roma, y diplomado en Psicología Clínica y Psicoterapia por la Universidad Leopold Franz, de Innerbruck, en Austria. También estudió piano en el Conservatorio de San Salvador, El Salvador; realizó estudios de armonía y composición musical en Guatemala y en Newton, Nueva Jersey, en los Estados Unidos.

Carrera en la Iglesia

Fue ordenado sacerdote en Guatemala, en 1970, y durante varios años ejerció el sacerdocio junto con la actividad docente; llegó incluso a ser rector del Instituto Salesiano de Filosofía en Guatemala, entre 1975 y 1978.

En 1978 fue consagrado obispo titular de Santa Pudenziana y auxiliar de Tegucigalpa. Entre 1987 y 1991 fue secretario general de la Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM), con sede en Bogotá, y se hizo cargo de 160 programas en diferentes áreas: catequesis, educación, liturgias, misiones, vocaciones, ministerios de vida consagrada, pastoral, familia, juventud y cultura. En 1995 fue elegido presidente de la CELAM, y ejerció dicho cargo hasta 1999. En 1997 fue nombrado arzobispo y presidente de la Conferencia Episcopal de Honduras. Cuatro años después se convirtió en el tercer cardenal de América Central. Es miembro de distintas comisiones pontificias: de la Congregación para el Clero, del Pontificio Consejo de Justicia y Paz, del de Comunicaciones Sociales, de la Comisión Para América Latina y del Secretariado General del Sínodo de Obispos.

El cardenal Rodríguez vive intensamente su opción salesiana: “Intento ser fiel al pensamiento de Don Bosco, en especial aquel que asegura: se santifica haciendo bien lo que se tiene que hacer”.

Los jóvenes son una de sus preocupaciones centrales:

Sin olvidar al resto, los jóvenes son el futuro de cualquier país. Por eso siempre les animaré en sus deseos de superación. Los jóvenes tienen un papel fundamental en el desarrollo porque América Latina es un continente mayoritariamente joven. Es necesario dar a los jóvenes valores por los cuales luchar. Pero no valores sólo de palabra, sino valores que se encajen en la vida, en la sociedad, en la comunidad política y en la comunidad económica. Pero jamás debe olvidarse que para atender lo ético primero tenemos que dar solución a los problemas sociales. Promover el voluntariado de los jóvenes es una tarea urgente. Es tan educativo que un joven lleve alimento a un necesitado; el mero hecho de dar una comida a un pobre, y dársela con amor vale más que cualquier lección. Creo que la mejor manera de enseñar a los jóvenes es con el ejemplo; si tú eres un amigo de alguien le estás enseñando a ser amigo, y creo que eso es lo que nos falta: el contacto por el testimonio, por el ejemplo, por el compartir.

Reflexiones políticas

La política, como el desarrollo y la ética son también temas de constante reflexión:

La política existe para realizar el bien común. El poder es un instrumento de servicio para realizar ese bien, y cuando se llega a definir el bien común surgen de inmediato los seis desafíos básicos, que son: salud para todos, alimento para todos, vestido para todos, vivienda para todos, educación para todos, empleo para todos. Son estas seis realizaciones las que llamaríamos “la escuela elemental” de la política. Luego vienen, sin duda, asignaturas tan importantes como la libertad y la participación, que deben darse desde el comienzo mismo de la historia personal y que se irán perfeccionando a medida que cada uno se vaya liberando del peso de proveer su supervivencia. Es por ello que la libertad no se puede justificar aparte de la justicia social. En los tiempos que corren, junto con la política y el desarrollo debe importarnos la ética, porque por un lado tenemos desarrollo, y por otro lado tenemos pobreza. Una nueva perspectiva es lo que puede hacer que el desarrollo se revierta en alivio de la pobreza. Si asumimos una perspectiva ética del desarrollo, éste ya no es simplemente desarrollo económico, sino desarrollo humano. Esta perspectiva reconoce que todas las personas tienen un valor, tengan o no tengan posibilidades económicas. Es buscar una sociedad que ya no es individualista, sino una sociedad solidaria. La solidaridad implica que si ponemos los esfuerzos de los pobres y los esfuerzos de los pudientes juntos, la situación empieza a aliviarse. Pero no sólo los esfuerzos de una parte. Deben aportar los ricos y también los pobres; los pobres también son protagonistas de la salida de su pobreza a una cultura de la solidaridad. Los pobres pueden ser afectados por el individualismo o por el “sálvese quien pueda” o por el defecto de no considerar a los demás. Por eso lo que se quiere es una perspectiva de que somos una sola humanidad, de que se trata precisamente de buscar un horizonte de esperanza a través de los valores éticos del desarrollo.

Rodríguez piensa además que

la deuda externa está ahogando a nuestros países pobres; es necesario que América Latina pueda respirar un poco, que pueda aspirar a crecer económicamente, y con un peso tan grande no se puede.

A tono con los tiempos, el cardenal Rodríguez estima el ecumenismo:

soy partidario de que haya un acercamiento, sobre todo con las iglesias de tradición, iglesias históricas, y protestantes. Más difícil es con las sectas, porque las sectas consideran al ecumenismo como algo diabólico. Pero hemos tenido algunos pasos de acercamiento y yo quiero que en toda América Latina se promueva el acercamiento ecuménico con las demás iglesias.

 

por admin Conteúdo atualizado em 16/05/2017 17:33