Niemeyer, Oscar

Niemeyer, Oscar

Río de Janeiro (Brasil), 1907 - 2012

Para quien alguna vez había afirmado que “lo importante es la vida y no la arquitectura” dada su fugaz duración (casi un soplido), es una paradoja el haber realizado más de quinientos proyectos –con una centena de ellos construidos, muchos de los cuales fueron incorporados a la historia de la arquitectura universal del siglo XX– y mantener vivo su protagonismo, aún activo con 100 años de edad, en los albores del siglo XXI.

La inventiva, la creatividad y la originalidad de su obra convirtieron al brasileño Oscar Niemeyer en un símbolo mundial de la arquitectura latinoamericana, reconocido urbe et orbi, según lo atestiguan los premios de importantes instituciones culturales y profesionales: el Pritzker (1988), en los Estados Unidos; la Gold Medal del Royal Institute of British Architects (RIBA, 1999), en el Reino Unido; y el Praemium Imperiale (2004), en Japón. Por su parte, en 2001, el Instituto de Arquitectos de Brasil (IAB) lo nombró “Arquitecto del siglo XX”.

A su incuestionable nivel profesional se le suma el compromiso político y social con las fuerzas progresistas del mundo. Militante del Partido Comunista Brasileño desde 1945, nunca se desvió de sus claros principios ideológicos de apoyo irrestricto a la izquierda revolucionaria, desde Cuba hasta el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), en Brasil. Así, obtuvo el Premio Lenin de la Paz en 1962, en la época de la crítica de Kruschev al estalinismo. Si bien esa postura le impidió su ingreso a los Estados Unidos (en 1946 y 1967), por lo cual no pudo enseñar en prestigiosas universidades de dicho país, el ministro de Cultura André Malraux le permitió trabajar en Francia y en 1979 le otorgó la Orden de la Legión de Honor. En 1989, el papa Juan Pablo II lo nombró Caballero Comendador de la Orden de San Gregorio, el Grande, y en el mismo año Niemeyer recibió el principal reconocimiento cultural español: el Premio Príncipe de Asturias de Bellas Artes.

Graduado como arquitecto en 1934 en la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA) de Río de Janeiro, comenzó su experiencia profesional en el estudio de Lucio Costa, que en 1936 lo incorporó al equipo del proyecto del Ministerio de Educación y Salud (MES).

Durante la estadía de Le Corbusier en Río de Janeiro durante un mes, para colaborar con el grupo de profesionales, Niemeyer (el miembro más joven) trabajó con el maestro y diseñó sus propuestas arquitectónicas. Tal experiencia marcó su trayectoria, no sólo por la asimilación de los enunciados conceptuales, sino también por el descubrimiento del paisaje hedonista en torno a la capital carioca, con sus playas, sus peñascos y bosques, y sus morros, que inspirarían, junto con las imágenes femeninas, las persistentes curvas de sus obras. El despertar de su originalidad surgió con la idea clave de la solución definitiva del MES (1937), basada en los esbozos de Le Corbusier. Poco después obtuvo el segundo premio en el proyecto del pabellón de Brasil en la Feria Mundial de Nueva York (1939). Lucio Costa, ganador del primero, lo invitó a realizar una nueva solución (que resultó ser una de las mejores de la exposición), caracterizada por sus rampas leves, placas curvilíneas y paredes de cerámica perforada, y por la libertad formal de los espacios verdes. Elaboraciones fragmentarias que alcanzarían la madurez en el edificio que alberga al Museo de Arte en Pampulha, Belo Horizonte (1940-1942), y que marcaron el inicio de un estrecho vínculo con Juscelino Kubitschek a lo largo de su trayectoria política: primero, intendente de Belo Horizonte, después, gobernador de Minas Gerais y, finalmente, presidente de Brasil.

En los suburbios de Belo Horizonte, Kubitschek propuso un desarrollo residencial a orillas de un lago y le encargó a Niemeyer las obras sociales: el Casino, la Casa de Baile, la Iglesia de San Francisco y el Yacht Club. Allí surgieron los elementos básicos de su vocabulario, que en sus múltiples versiones perduran hasta la actualidad: las formas de curvas libres y livianas de hormigón armado; el dinamismo de los espacios interiores; la libertad de composición, insólita y casi escultórica de las soluciones tipológicas, como ocurre con la iglesia, y la integración con las artes plásticas y con el paisaje natural.

La escala reducida de las obras de Pampulha –que alcanzó su clímax expresivo en su residencia en Canoas (1953)– se convirtió en la gran dimensión de las obras realizadas en la década de 1950, iniciadas en 1947 con el proyecto de la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, en colaboración con Le Corbusier. Cabe citar, también, el gigantesco volumen curvilíneo del edificio COPAN en São Paulo (1950), las torres del conjunto residencial Juscelino Kubitschek en Belo Horizonte (1951) y el complejo de exposiciones del parque de Ibirapuera en São Paulo (1951), cuya sinuosa marquesina de varios cientos de metros de extensión, que une diferentes edificios, asumió el carácter de gran plaza pública de la ciudad.

Niemeyer alcanzó, así, el pleno dominio de la arquitectura en escala urbana, lo que le permitió enfrentar el desafío de la nueva capital imaginada por Kubitschek. Brasilia –concebida por Lucio Costa y realizada durante el mandato presidencial (1955-1960)– quedó definida en su expresión simbólica y monumental por decenas de edificios diseñados por el maestro. Cada órgano gubernamental poseía su propia identificación icónica, con las livianas y plásticas columnas del Palacio de la Alvorada (residencia presidencial), los volúmenes suspendidos en el aire del Congreso en la Plaza de los Tres Poderes, el ritmo pausado de los edificios de la Explanada de los Ministerios, la transparencia de los arcos del Palacio Itamarati, las musculosas nervaduras estructurales de la Catedral y el volumen macizo del Teatro Nacional.

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El arquitecto Oscar Niemeyer en El Palacio de Alvorada, Brasilia, en marzo de 2003 (Ricardo Stuckert/PR)

Una vez instaurada la dictadura militar (1964-1984), Niemeyer se vio obligado a residir y trabajar en el exterior. Fue invitado a realizar numerosas obras en Argelia, Israel, Francia e Italia. Las principales son la sede del Partido Comunista francés en París (1965-1967), la Universidad de Constantine en Argel (1969-1972) y las oficinas de la Editorial Mondadori en Milán (1968-1975).

Con el retorno de la democracia participó del ambicioso plan de construcción de Leonel Brizola, entonces gobernador del Estado de Río de Janeiro, que inauguró cientos de escuelas de enseñanza básica (las CIEP –Centro Integrado de Educación Pública–, 1984), realizadas por Niemeyer con elementos prefabricados de hormigón armado, así como también la Pasarela del Samba (1983), convertida en centro vital del carnaval carioca. Es imposible reseñar sus innumerables obras realizadas en las dos últimas décadas del siglo XX.

Por su escala urbanística se destacan el Memorial de América Latina, en São Paulo (1988), y el conjunto de edificios del Camino Niemeyer, en Niterói (1996-2004), en el cual predomina la estructura en “flor” del Museo de Arte Contemporáneo, que constituyó la mayor concentración de edificios del maestro en un municipio brasileño. Finalmente, no se puede dejar de mencionar la serie de monumentos proyectados en homenaje a los movimientos progresistas: al MST; a Tancredo Neves, en Brasilia; al movimiento Tortura Nunca Más, en Río de Janeiro; y contra el bloqueo de los Estados Unidos a Cuba, en La Habana.

Diez días antes de cumplir 105 años, en diciembre de 2012, murió víctima de complicaciones respiratorias. Su cuerpo fue velado en el Palacio del Planalto, en Brasilia, y sepultado en Río de Janeiro.

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El presidente Lula entrega a Oscar Niemeyer la medalla de la Orden del Mérito Cultural, en Río de Janeiro, en noviembre de 2007 (Ricardo Stuckert/PR)

por admin Conteúdo atualizado em 20/05/2017 18:28